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Tan orgullosa de tÍ


Por Déborah Buiza

@DeborahBuiza


Con motivo de la entrada de la primavera, en la escuela de mis hijos prepararon una presentación en la cual los pequeños bailaron y cantaron. He de confesar que me gustan esos eventos porque uno puede ver sus avances en muchos sentidos y el gran esfuerzo que hacen los pequeñitos, las maestras y los responsables de crianza. Para mí, cada presentación es una grata sorpresa en la que encuentro a mis hijos cada vez más hábiles, crecidos y desenvueltos.

Mi hijo mayor, desde un par de semanas antes, ensayaba todos los días la canción en inglés que cantarían… Ensayó y ensayó. Yo lo veía en las mañanas, antes de desayunar, poner el video en YouTube con la letra en inglés y practicaba una y otra vez. El día del evento lo vi bailar y cantar con gusto y con ganas.

En la noche, al ir a dormir, Emi me dijo: “mamá, me siento muy orgulloso de mí”... Le pregunté la razón y respondió: “me salió muy bien lo de la presentación de hoy”.

La verdad, me sorprendió mucho su comentario porque, en realidad, y no es porque sea mi hijo, sí lo hizo bastante bien, además de que preparó durante días la presentación. No hubo más comentarios; no se vanaglorió ni se regodeó en sí mismo. Lo ví seguro, contento, satisfecho y tranquilo.

Me quedé pensando en cuándo fue la última vez que me sentí orgullosa de mí sin sentir pena, culpa o vergüenza de mostrarme feliz o satisfecha por lo logrado o lo superado.

¿Cuántas oportunidades nos damos de sentirnos así? Contentos con el resultado de lo que hacemos; satisfechos con nosotros mismos; suficientes y felices; tranquilos y sonrientes por lo que logramos hacer y por quienes somos o hacemos. Así, sin el falso aplauso, ni la autofelicitación forzada.

Es probable que hayamos aprendido a sentirnos orgullosos… pero no tanto. O intentar que no se nos note demasiado para no pasar por soberbios, presuntuosos, ególatras o peores cosas, porque eso cae mal, porque eso a la gente no le gusta, y entonces aprendemos a reconocernos y a aplaudirnos en bajito, en lo privado, casi sin que nadie se entere y lo dejamos pasar porque ¿qué tal que nos hace mal sentir ese orgullo en el pecho?, e incluso es posible que llegáramos al punto de olvidar sentirnos orgullosos de nosotros mismos o a acudir al discurso de (la falsa ) modestia o humildad, con el ánimo de pasar desapercibidos, y mejor que sea el exterior quien nos reconozca, porque hacerlo en primera persona no está bien visto…

¿Te suena conocido?

Hoy te propongo dedicarte un tiempo y hacer una lista de, al menos, diez cosas de las que estás orgulloso (a) de tí. Nadie la verá, así que puedes escribir incluso aquellas cosas inconfesables o que no comentarías o compartirías abiertamente.

Logros grandes, pequeños, diminutos, cotidianos, extraordinarios, personales, familiares, laborales, escolares, etc.... No importa el rubro, lo que me gustaría es que conectaras con esa sensación de logro, de satisfacción y de alegría por ti y desde ti.

Hoy te pregunto: ¿cuántas oportunidades te darás en el futuro de dejarte experimentar ese orgullo y satisfacción por tus éxitos?

Y tú, ¿qué puedes celebrar de tí?

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