Por: Fernando Silva
Reivindicar el sentido de «Ser Humano» para encaminarnos con armonía y sin enfrentamientos ni apremios en pos de la deseada paz es tan utópico e inalcanzable para muchos, pero imprescindible para todos. En tal paradoja, ningún país —por sólido que sea en democracia y/o en economía— puede resolver por sí sólo las múltiples controversias de la humanidad, por lo que la relación entre la intimidad somática y la interioridad consciente; los valores (características, cualidades y propiedades); los conocimientos adquiridos y experimentados; los sentimientos que concebimos y profesamos hacia todo ser viviente; la cultura individual y social; la voluntad y la libertad; el respeto y el afecto… nos permiten contar con favorables elementos para reflexionar en los procesos necesarios de cambio para edificar en fraternidad una concordia en pro del bien común, entendiendo desde raíz inconvenientes como la inseguridad, la violencia, la pobreza, la desmedida explotación de los recursos naturales, el calentamiento global, la hambruna, los conflictos bélicos… que acrecientan el desequilibrio y el resentimiento social, y que para desgracia de todos, se extienden conforme se hacen a un lado los derechos humanos y el Estado de Derecho.
Lo que tenemos que considerar en la construcción del bienestar social, es elevar la calidad humana, así como el desarrollo educativo, formativo, cultural y económico en pro de la justa restauración del tejido social; ya que cimentar el estatus de pacificación permite fortalecer profundamente a las naciones y, por ende, a sus sociedades. En ese sentido, tener presente que con la llegada del pacifismo —a finales del siglo XIX— muchas personas comenzaron a visualizar un mundo sin guerras ni conflictos armados. Además, el movimiento demandó un desarme internacional, la regulación de los conflictos interestatales por un tribunal internacional y, en última instancia, la formación de una confederación mundial. Desgraciadamente, factores como los conflictos locales, el lucrativo negocio mundial de armas y los intereses particulares de los países con desahogada economía hacen que sea inadmisible tal escenario o al menos acciones contra tanta estupidez. Lo llamativo es que buena parte de la gente quiere estar bajo el cobijo de la fraternidad y el bien hacer, entonces ¿por qué no se logra? Primero, por las contradicciones entre el significado del término para los profesionales y la sociedad en general. Segundo, los sistemas sociales conservadores constituyen un contrariedad en cuanto al fondo y la forma de las democracias. Tercero, se concibe el análisis y propuestas hacia la paz principalmente al ámbito de los centros de investigación profesional y poco o nada en la esfera social. Cuarto, la deshumanización de las oligarquías, quienes en su ambición de liderazgo, poder y dominio, exhiben grosero desinterés por las sensatas estrategias para resolver las controversias que aquejan a la humanidad.
En esa dirección y sin deliberar tanto, para acercarnos hacia la solidez de la paz, es importante que se cultiven desde los hogares y en las sociedades valores y conocimientos, así como aplicar con eficacia el objetivo de Desarrollo Sostenible 16 de las Naciones Unidas #ODS16: «Paz, justicia e instituciones fuertes» con el que pretende promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia a todas las personas y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles enmarcado dentro de la Agenda 2030.
Las metas de este propósito son las siguientes: Reducir considerablemente todas las formas de violencia y las tasas de mortalidad conexas en todo el mundo. Poner fin al maltrato, la explotación, la trata, la tortura y todas las formas de violencia contra niños y niñas. Promover el Estado de Derecho en los planos nacional e internacional y garantizar la igualdad de acceso a la justicia para todas las personas. Reducir de manera significativa las corrientes financieras y de armas ilícitas, fortalecer la recuperación y devolución de bienes robados y luchar contra todas las formas de delincuencia organizada. Reducir sustancialmente la corrupción y el soborno en todas sus formas. Crear instituciones eficaces, responsables y transparentes a todos los niveles. Garantizar la adopción de decisiones inclusivas, participativas y representativas que respondan a las necesidades a todos los niveles. Ampliar y fortalecer la participación de los países en desarrollo en las instituciones de gobernanza mundial. Proporcionar acceso a una identidad jurídica para todos, en particular mediante el registro de nacimientos. Garantizar el acceso público a la información y proteger las libertades fundamentales, de conformidad con las leyes nacionales y los acuerdos internacionales. Fortalecer las instituciones nacionales pertinentes, incluso mediante la cooperación internacional, con miras a crear capacidad a todos los niveles, en particular en los países en desarrollo, para prevenir la violencia y combatir el terrorismo y la delincuencia. Promover y aplicar leyes y políticas no discriminatorias en favor del desarrollo sostenible.
En este entendido y haciendo una analogía, por muy bien intencionados que sean los vecinos no pueden intervenir por ímpetu hacia los hábitos y costumbres de una familia por más que consideren axiomáticas situaciones de maltrato y violencia, para ello es necesario acudir a los gobiernos y a las instancias de protección familiar para que intervengan con mayores elementos legales y de seguridad social. Asimismo es con las naciones, en el entendido del principio de no intervención que prohíbe la injerencia de un estado en el territorio o los asuntos de otro, pero teniendo en cuanta que tal principio encuentra su límite cuando están en juego valores esenciales de la comunidad internacional y se presentan violaciones graves a los derechos fundamentales de los pueblos y de los individuos, más aún cuando éstas han sido calificadas de crímenes contra la humanidad. De ahí que la paz es mucho más que la ausencia de guerra o el desarme y se construye con agendas amplias y multidimensionales que demandan esfuerzos no sólo a favor de la voluntaria reducción, equitativamente proporcional, de las respectivas fuerzas militares, pactada por número suficiente de naciones, sino en pro del sostenido desarrollo de los países.
Miserablemente, en el mundo se trabaja más en torno a la paz negativa, es decir, la atención global se centra más en mitigar la violencia cuando surge un conflicto armado, pero no se da la misma importancia a las tareas y agendas relacionadas con el desarrollo social. Por lo que atender este aspecto es un asunto de voluntad social y política, ya que es innegable que sí hay recursos disponibles para invertir en educación, formación profesional, seguridad, generar empleos dignos y bien remunerados, la salud, el establecimiento de la equidad de género y evitar el deterioro ambiental. Sin embargo, políticamente reditúa más destinar recursos económicos en aquellos escenarios de violencia porque esas acciones se pueden mediatizar, así como controlar a la gente por medio de las teorías del terror, en donde el miedo generado en las sociedades es el tablero sobre el que se mueven las fichas de la política, la economía y los intereses de las elites financieras e industriales.
Por consiguiente, vencer la indiferencia y conquistar la paz tiene que ver más con la voluntad y la participación social informada y solidaria con los países y pueblos que viven en condiciones desfavorables, sin embargo, si se divorcian los temas de seguridad de los de desarrollo, al final del día no tendremos ni seguridad ni desarrollo, por ende, estaremos lejos de vivir en paz.
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